Tú que nunca me fallas.
Que siempre estás ahí para mí,
cálido, paciente, susurrante.
Tú que absorbes mis lágrimas
cuando hace falta,
que me arropas,
me acunas y me mimas,
Que juegas conmigo
haciéndome olvidar
realidades inconfesas
y a veces punzantes.
Tú que me esperas paciente
y jamás recriminas
la largura de mi ausencia.
A ti te canto hoy
desde la soledad impía,
en esta noche sin luna
en que ni los grillos
han querido cantar
porque la tierra es dura y fría.
En esta noche sin luna,
ni estrellas,
ni música,
ni amor…
ni nada.
Desde el vacío infinito
en que moramos
aquellos que ya no importamos
ni a ellos, ni a Él, ni a nadie.
Hoy quisiera sepultar mi dolor
en tus quietas aguas de otoño,
sumergirme bajo tu espuma luminiscente
olvidando todo… y a todos,
pero solo me sentaré aquí
sobre la arena húmeda
dejando que lamas mis pies
ya de por si helados,
mientras cierro los ojos al mundo,
al amor,
a esta vida que no quiero vivir.
©Luisa Chico
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