lunes, 10 de julio de 2017

Olas que vienen y van

A la espera de que mi columna en Canarias Plural vuelva a estar activa dejo aquí mis reflexiones «Mirando al mar».


Cuando me siento en la orilla para mirar al horizonte y reflexionar, siempre acabo mirando mucho más cerca, justo a ese punto en que el mar acaricia la arena. Me abstraigo en el ir y venir de las olas dejándome llevar por su impulso sin casi darme cuenta.
Por un instante las veo como una metáfora de la vida misma. A veces son suaves y acariciantes, deslizándose sutilmente entre la arena o las rocas con verdadero mimo envolvente. Otras son agresivas, duras, imponentes, como queriendo golpear todo aquello que las importuna, rocas incluidas, por no dejarlas avanzar tierra adentro y arrasarlo todo como quizá les gustaría hacer.
La gente que transita por nuestras vidas emulan a las olas en su ir y venir acercándose o alejándose de nosotros según sus sentimientos o conveniencias. Yo he aprendido algo según ha ido pasando el tiempo, y es que contra las olas (y me refiero tanto a unas como a otras) no merece la pena luchar, resulta agotador y es batalla perdida. Así, con la madurez, aprendí a nadar en ambas aguas sin miedos ni congojas. Ya no temo a los posibles ataques imprevistos de mares o de gentes. Aprendí a nadar plácidamente en el mar y en el mundo de los sentimientos encontrados sin ofrecer resistencia, dejándome mecer por las olas aunque a veces intuyera que, de permitirlo, estarían encantadas de arrastrarme hacia el fondo, su fondo, ese en el que todo es oscuridad y tristeza. 
Así supe del placer que conlleva el dejarse mecer por el agua cuando esta parece querer acunarte suavemente hasta que seas tú quien decida sumergirse para bucear y descubrir su interior. También supe del inmenso placer que conlleva la sensación de estar por encima de cualquier pozo oscuro que intente atraerte hacia su fondo corrosivo y triste, ese donde se guardan las envidias, los egos mal entendidos, o el simple deseo de hacer daño. 
Aprendí a gozar el mar y la gente cuando la luz los invade. Aprendí a no salir a «nadar» en mares inciertos cuando hace mal tiempo, con lo que evité las salpicaduras e inquietudes de aquellas o estas olas. Así de simple es la vida cuando conseguimos entenderla y disfrutarla.
En estos días ha visto la luz mi nueva creación literaria «Burbuja vital». Un poemario totalmente intimista donde me ofrezco, a mis posibles lectores, abierta en canal. Hay que tener valor para hacerlo y al parecer yo por fin he conseguido tenerlo. Hacía mucho que, al releer alguno de mis escritos, ya fueran artículos, poemas o novelas, encontraba a faltar algo en ellos, en ninguno había vertido realmente mi alma, mi esencia, mis experiencias, mis emociones… mi vida, y hace un año decidí que debía cambiar eso. Quizá fuera que necesitaba hacerlo en verso para poder fluir desde mi interior. Cuando reflexiono sobre eso sonrío pensando que vaya usted a saber si realmente está naciendo en mi una futura poeta, el caso es que en clave de verso libre he conseguido vencer mis pudores y prueba de ello es «Burbuja vital». 
Ahora me enfrento a un nuevo reto en la misma dirección, saber transmitir todo eso en las páginas de las dos novelas que tenía aparcadas hace tiempo por miedo a no saber, poder, o querer dar todo de mi en la trama de las historias que pretendo contar. 
Hoy sé que si seré capaz de hacerlo, además puedo y quiero, por lo que, en cuando pase la resaca de esta marea llamada «Burbuja vital» y sus presentaciones en sociedad, me refugiaré en mi orilla para seguir contando esas historias cuyos personajes me exigen ya terminar de contar sus avatares. En mis redes sociales colgaré el cartel que ya muchos conocen y que reza: «Tiempo de escribir» para sumergirme por completo en la Canarias de principios del siglo XX, de la mano de Angelina, y viajar a mi mundo imaginario, al lago de Tyerta, para que Liuva y Manao me sigan contando su historia de amor.

Llegados a este punto acabo de darme cuenta de lo muy fructífero que puede ser un rato de reflexión en mi orilla «Mirando al mar». Por un lado porque me permite reordenar mis emociones y vivencias, por otro porque me aporta una avanzadilla por futuros proyectos de vida. 
Está claro que nada como dejarse mecer por las olas del mar y de la existencia. 
Hasta pronto amigos.

©Luisa Chico


de El blog de Luisa Chico http://ift.tt/2v4gqeK

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