Hoy, Día Internacional de la Paz, me ha parecido adecuado rescatar uno de mis artículos, no publicados aquí, para contribuir a mi manera a celebrarlo. Podría haber escrito algo sobre la paz del mundo, tan necesaria en los tiempos que corren, pero pensé que de eso ya se encargarían otros y que yo iba a elegir MI paz como celebración. Quizá pueda sonar algo egoísta pero es que creo firmemente en que la paz comienza por nosotros mismos. En un mundo de personas infelices, ambiciosas y amargadas, que viven lejos de su paz interior, difícilmente podrá florecer la paz del mundo.
«Volver a vivir mi paz»
Lo necesitaba. Mi tiempo, mi espacio, mi descanso, mi vida…
Con que ingenuidad ponemos a veces en riesgo todo eso sin pensar mucho en las consecuencias de hipotecarlo todo en pro de una idea o un sueño,
Fueron muchas las horas invertidas en una ilusión, en tratar de hacer realidad un sueño que ni siquiera era sólo propio, o quizá fuese eso mismo lo que hizo que me volcara en él con tanto ahínco, los demás… siempre los demás por encima de mis intereses, de mis gustos, de mis momentos…
Pero un día me detuve el tiempo justo para mirar alrededor, para mirar atrás y valorar los logros alcanzados, de mirar en mi entorno y ver que me transmitían aquellos rostros que no siempre sonreían, de mirar al frente, a lo lejos, esperando alcanzar a ver cuan difícil resultaría aún el camino elegido.
Y en aquel recodo del sendero me senté a valorarlo todo. Eché la vista atrás al momento que vivía antes de emprender aquel “viaje”. Recién jubilada, todo mi tiempo libre para disponer de él a mi antojo. Mi vida reorganizada por fin con las cosas tan claras…
Recordé este espacio, mi blog personal, que tan abandonado había dejado. Mi rincón literario en el que daba cobijo a mis ensoñaciones, a mis reflexiones, a mis sueños, a los escritos que habían sido mis mejores compañeros de vida… Ahora ya no escribía, incluso las dos novelas empezadas hacia tiempo dormían en mis archivos inacabadas. No tenía tiempo…
Al pensar en mis libros recordé también mi maravilloso hábito de leer cuantos libros caían en mis manos. No pude recor el título del último que había leído a gusto, sentada junto a la ventana de mi salón o bajo el pino de mi huerto.
Reparé en las flores a mí alrededor, otra de mis pasiones aparcadas en pro del nuevo sueño. Aunque no había dejado de fotografiarlas los archivos que las contenían volvían a estar revueltos, perdidos, la página casi abandonada, sin tiempo para un gratificante paseo con los amigos que comparten mi pasión… Incluso había dejado decaer mi jardín dado que su lejanía de casa me impedía disponer del tiempo necesario para atenderlo, nunca le agradeceré bastante a mi hermano que al menos él se desplazase hasta allí para seguir regando mis plantas.
Mire a lo lejos, al mar, mi amado mar, el que tantas veces inspiró mis poemas, mi compañero, mi amigo… Y de pronto caí en la cuenta que hacía meses que no paseaba sus orillas ni me dejaba acariciar por sus olas.
Intenté levantarme para seguir mi paseo, inmersa en los pensamientos que esa tarde me abrumaban, y un pinchazo en la zona lumbar me recordó los cientos de horas pasados sentada ante mi ordenador intentando cumplir con todo el que al parecer me necesitaba. (¿Quién me había hecho creer eso?)
Cambié el bolso de brazo porque también de derecho se quejaba en una tendinitis que no terminaba de curarse -difícil si seguía cada día horas y horas en el pc-.
Recordé las citas médicas aplazadas u olvidadas en aquel tiempo, como si todo lo demás fuese más importante que mi salud, sonreí con tristeza al pensarlo, solo yo era la culpable de todo eso, ahora tocaba bregar con las consecuencias, y aunque las piernas hinchadas no me ayudaban mucho seguí paseando, seguro que al menos ellas me lo agradecerían.
Intenté valorar lo conseguido hasta ese momento. Lo bueno y lo malo de aquella trayectoria fue desfilando por mi mente, y aunque pesaba más lo bueno que lo malo, el peso de la dejadez, la incomprensión, la lucha diaria, las decepciones, etc. me aplastaba como una losa hasta tal punto que decidí valorar si realmente mi labor era necesaria.
Miré al frente tratando de calibrar el futuro, el mío personal y el de mi “viaje” por la utopía que me había propuesto.
Ahora ya el camino estaba abierto, yo no era necesaria, lo tuve claro enseguida. Si el “viaje” realmente merecía la pena alguien tomaría las riendas por mí y yo podría por fin descansar y recuperar mi vida. Si por el contrario nadie asumía el reto, seguramente querría decir que nuestra utopía no interesaba lo suficiente como para que alguien dedicase su tiempo y su esfuerzo en seguir adelante.
Durante días las ideas de aquella tarde rondaron por mi mente, sopesé los pros y los contras de la decisión que estaba a punto de tomar… Y lo hice.
Esa noche pude por fin dormir de un tirón mis ocho horas de siempre y la paz volvió a mi vida y a mi corazón. Mi misión estaba cumplida y me sentía orgullosa por los logros conseguidos, lo demás…, ya no estaba de mi mano.
de El blog de Luisa Chico http://ift.tt/2cYKTWe
No hay comentarios:
Publicar un comentario